viernes, 31 de agosto de 2012

... jóvenes meritorias vagamente conocidas y tenaces mirones y afilados o simplemente simpatizantes, que no solían conocerse entre sí pero que imaginaban, emocionados, poder reconocerse pronto: la posibilidad el encuentro inesperado, cualquier noche, en cualquier lugar de los habituales frecuentados, eran para ellos y ellas, en aquella época, enormemente excitante.

Era tal su estado anímico de constante disponibilidad, su aportación personal a la pequeña y trasnochada mitología ciudadana, que la llama del equívoco, la chispa que surgió del común frotamiento de sensibilidades y del incesante intercambio de neuras y cariños, se convirtió rápidamente en una hoguera.

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