jueves, 23 de abril de 2020

domingo, 5 de abril de 2020

Sólo veo a mi abuela

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¿Por qué en esta pandemia un estado tan emancipado como Países Bajos descarta a los ancianos mientras las naciones del sur de Europa se dejan el cuerpo y el alma en su supervivencia?

Hace tan sólo dos semanas un 'Mustang' azul metalúrgico cruzó la frontera francesa de Biriatou camino de Zarautz. En su interior viajaba un aristócrata octogenario neerlandés acostumbrado a recorrer el mundo siguiendo las huellas de su pasado colonial. Cuando sintió unos primeros síntomas de resfriado en su casa de Utrecht, por si acaso derivaba en un coronavirus, hizo las maletas, se montó en su deportivo con cinco termos de café y veinte barritas de chocolate, y enfiló la ruta hacia España y su paraíso sanitario. Casi 1.300 kilómetros y más de 13 horas después confesaba a un amigo vasco que «no existe nada más descorazonador que un anciano en un hospital de Países Bajos, el 40% salen muertos. Y yo me siento con fuerzas para seguir viviendo». Conocía el paño.
Apenas unos días después, el jefe de Epidemiología Clínica del Centro Médico de la Universidad de Leiden, Frits Rosendaal, anunciaba que la sanidad neerlandesa no hospitalizaría a ancianos pese a que sus centros no están saturados.
Figuras relevantes de la medicina apoyaron esa decisión, como es el caso de Nele Van Den Noostgate, jefa del Departamento de Geriatría de Gante (Bélgica), con el argumento de que «traerles a morir al hospital es inhumano». Muchos, sin embargo, consideran que de lo que se trata es de no distraer recursos para sostener el estado del bienestar. «Descartan a los ancianos para sobrevivir a la epidemia, es una eutanasia en estado puro», denuncia José Ramón Amor, coordinador del Observatorio de Bioética y Ciencia de la Fundación Pablo VI, en un artículo que firma en la revista 'Vida Nueva'. Países Bajos ha sido un país pionero en aprobar una Ley de Eutanasia, que entró en vigor en 2002, y ahora pretende ampliar la legislación por 'cansancio vital'. Si para algunos sectores ya estaba en el punto de mira por esa iniciativa, ahora ha sido colocada en el centro de la diana por rechazar la implementación de mecanismos de solidaridad económica dentro de la Unión Europea, como los denominados eurobonos.
Javier Elzo, catedrático especializado en Sociología, acaba de salir de un hospital tras once días de aislamiento por coronavirus. El hecho de no pasar por la Unidad de Cuidados Intensivos, le ha permitido permanecer enchufado a Internet, que ha sido su gran apoyo en esas horas tremendamente duras a sus 78 años. «Yo no quería morir en la UCI, no quería que me aislaran de todo el mundo. En Países Bajos lo que se plantea a los enfermos de más de 70 años con un pronóstico muy negativo es cómo quieren morir. El tema de la muerte está más presente allí que en nuestras sociedades. Pero también hay que mirar lo que hay debajo, lo que esconde, y es que hay un problema económico de fondo. Los recursos del PIB para la atención a mayores ha pasado de un 5% a un 12%. Son ricos y tienen muchos ancianos».
Esta tesis la comparte Almudena Moreno, socióloga de la Universidad de Valladolid: «Esa posición esta muy vinculada a valores culturales. Allí se valora más el individualismo y la responsabilidad de cada uno, también su capacidad de decidir sobre su propia vida y no alargarla si no tiene sentido, y sobre el confinamiento. Esto está relacionado con unos valores religiosos que parten de la ruptura que se establece en Europa con el auge del protestantismo», avanza.

Contraste con los aplausos


Lo cierto es que la posición de la medicina neerlandesa de rechazo a los ancianos contrasta con los aplausos que el personal de la UCI de la clínica Puerta de Hierro, de Madrid, dedica, hasta romperse las manos, a Paquita, que a sus 95 años ha logrado escapar de las garras del Covid-19. O los del hospital sevillano Virgen del Rocío a Antonio, de 98 años. Son imágenes que se repiten en todos los hospitales españoles, pese a que también cuentan con protocolos para limitar el esfuerzo terapéutico a los más mayores. «Es un asunto muy delicado», reconoce el teólogo Rafael Aguirre. «El dilema ante la saturación de las UCI es tremendo. A quién salvo y a quién no. Sólo tenemos un bote salvavidas y no cabemos todos: ¿Quién va primero? Se escoge a las personas con más posibilidades de supervivencia y que, además, les quedan más años de vida. El desgarro es muy fuerte y el conflicto entre valores es evidente», señala el catedrático emérito de la Universidad de Deusto. ¿Y la eutanasia? Aguirre reflexiona: «Un efecto secundario, pero muy real, es que a las personas mayores se les transmite y se les inculca que estorban, que son una carga para la sociedad: no molestes a los familiares, retírate. Y se les facilita el camino para que se vayan».
En África, paradigma de la veneración al anciano, la bendición del éxito constante ha debilitado los vínculos de parentesco y tiende a borrar la edad, un fenómeno que está pasando en Europa. Es una renovación religiosa. Europa también la vivió en tiempos de la Reforma. Ese distanciamiento de los ancianos, ese 'sálvese quien pueda', ese 'cada uno para sí', ¿es una herencia del calvinismo? En el caso de Países Bajos es evidente que existe una tradición y los factores culturales (libertad individual, ética de la responsabilidad) han influido tanto en su desarrollo económico como en su estructura social e identitaria. Ya lo constató Max Weber, padre de la sociología moderna, en sus famosos ensayos recopilados en el libro 'La ética protestante y el espíritu del capitalismo'. También lo ha contado muy bien Lutero.
Pese a su riqueza, en Países Bajos su Administración cada vez hace menos por los pobres y su sociedad se caracteriza por un gran individualismo, que también se traduce en una generalizada preocupación por su pérdida de soberanía en el seno de la Unión Europea. Algunos analistas han visto en la postura insolidaria de Países Bajos un desprecio y un desdén contra los 'holgazanes' del sur, que no hacen sus deberes. Sociólogos y antropólogos coinciden en la existencia de diferencias sustanciales entre el bloque nórdico y anglosajón, con una mentalidad luterana y calvinista, donde ha imperado más el talante individualista y la insolidaridad, y el mundo democristiano que forman países como Italia, España, Portugal, Grecia e Irlanda, que vienen de una tradición católica. Y eso se aprecia, también, en los distintos modelos de familia.

El 'pater-familias'


En efecto, en la sociedad mediterránea antigua el principal grupo de pertenencia era la familia. «El pater-familias, el anciano», señala el profesor Aguirre, «era el jefe de la familia extensa, del clan, y ocupa el lugar central en la Iglesia». Santiago Guijarro Oporto, biblista de prestigio internacional, constata que «el fundamento de todas las obligaciones del hijo era que debían devolver a los padres lo que estos habían hecho por ellos en la niñez. El pago de esta deuda era mucho más urgente en la vejez, cuando los padres no podían valerse por sí mismo».
Las primeras comunidades se organizaban como iglesias domésticas en torno a una casa familiar, escribe Carmen Bernabé Ubieta, directora de la Asociación Bíblica Española, en el libro 'Así vivían los primeros cristianos' (Verbo Divino). «Resocializaban unas prácticas de vida en unos hábitos, como los que se referían a una atención especial a las personas más vulnerables, haciendo de su cuidado una de las señas de identidad comunitaria, incluso de los miembros sin lazos de sangre», sostiene la profesora de la Universidad de Deusto. Se refiere a la protección de pobres, extranjeros, prisioneros, huérfanos, viudas y ancianos. Aquellas prácticas formaban la sensibilidad moral de los primeros seguidores de Jesús, que habían sido socializados en esa conducta.
La tradición primitiva vale para todas las iglesias, aunque luego se rompió con las reformas en el siglo XVI. Es cierto que el mundo protestante valora más la fe individual que la colectiva. El sentido comunitario lo ha impulsado menos que el catolicismo, que ha cultivado más los vínculos familiares y solidarios. El concepto de familia tiene mucho que ver con la unión religiosa y los valores religiosos. Rafael Aguirre insiste que «en las sociedades más tradicionales la religión tiene más peso y las personas mayores son más religiosas. Se transmitía más la fe. En el núcleo familiar había una unidad económica e ideológica, y también religiosa. Ahora eso está cambiando. El bagaje religioso no se transmite. Tampoco el económico, ni el ideológico. Cada uno se busca la vida y cada uno piensa diferente. Y ese fenómeno se ha dado más en las sociedades nórdicas».

Bajo el mismo techo


Al contrario, en los países del Sur la familia ha tenido una fuerza de atracción mayor, pese a que está sometida a una transformación vertiginosa. Javier Elzo recuerda que el origen etimológico de familia es 'famulus', que se refiere a los que viven bajo el mismo techo: «El abuelo era el gran patrón, como lo ha sido en el País Vasco hasta el siglo XIX. El abuelo, el padre, eran los grandes actores, aunque ahora son los hijos. Cuenta mucho el sentido de la familia, la casa. Eso también pasa en la cultura mediterránea», explica.
Una cuestión interesante es el de la emancipación juvenil, que ha afectado a la unidad familiar. En el norte de Europa los jóvenes abandonan el nido cuando cumplen los 21 años, mientras que en el caso de España tiene lugar cuando rozan los 30, una década más tarde que los nórdicos. Son datos de Eurostat. El ranking lo encabezan Suecia y Dinamarca, y Países Bajos aparece en séptimo lugar.
Los estados del Sur conforman un mismo bloque con Portugal en el puesto 23, seguida de España, Grecia e Italia. ¿Cuáles pueden ser las causas de esa emancipación más tardía? El Observatorio Vasco de la Juventud establece una relación evidente entre la emancipación precoz y la combinación de políticas de empleo y vivienda, con una evidente precariedad laboral y bajos salarios. La salida de casa es más temprana cuando el Estado ayuda, como ocurre en los países del Norte. Pero tampoco hay que desdeñar la tradición cultural para interpretar el retraso.
Muchos sociólogos coinciden en que las razones no son sólo económicas, sino que también influyen los valores culturales y religiosos que imponen un determinado concepto de familia, al margen de si uno es creyente o no. «No es que la Iglesia tenga una implicación directa, pero esos valores están en el origen, se vinculan y permanecen. Está implícito en la transmisión cultural inconsciente de valores católicos», considera Almudena Moreno, autora del estudio 'La transición de los jóvenes a la vida adulta'.
Elzo apunta a la matriz muy protestante de los países del Norte: «La cultura familiar del sur de Europa está dominada por la cultura religiosa de raíz católica, patriarcalista y superprotectora de menores y adolescentes. A diferencia de la nórdica, protestante, liberal e individualista a ultranza, donde se valora mucho la autorealización, la autodecisión, la posibilidad de lograr la independencia económica, la emancipación. Y no hay que olvidar que el matrimonio (con el fin de procrear y educar hijos) es un sacramento en la Iglesia católica, no así en la protestante».
Y en países como Italia y España la familia tiene mucho peso, como se está percibiendo en estos tiempos de coronavirus, donde se ha convertido en una piña para superar este trauma histórico. Es un patrón común en el sur de Europa, que responde a un modelo antropológico y cultural. «Sigue instalado porque la familia se mantiene como un salvavidas, un salvoconducto económico y emocional», apuntala Moreno.
El debate está en si la atención sanitaria tiene que seleccionar los recursos para sostener el estado de bienestar. En Estados Unidos, donde la familia se defiende (aunque con otros postulados) y el poder está en manos de gente mayor, ya han muerto ciudadanos por falta de atención porque no tenía cobertura sanitaria. El vicegobernador de Texas, Dan Patrick, ha apostado por priorizar la economía sobre la supervivencia de los mayores para garantizar a las nuevas generaciones el disfrute del 'sueño americano'. Dilema tras dilema.

No a una ley general


«No dejamos de producir, aunque sabemos que tendremos que pagar un precio más alto en muertes, que supondrá un tributo más fuerte en vidas humanas», reflexiona Rafael Aguirre. Y si hay que sacrificar a los mayores, pues se sacrifican. «El dilema ético es terrible, pero se trata de la supervivencia en situaciones críticas y excepcionales. No se puede sacar una ley general», concluye el teólogo. El papa Francisco, en una carta muy dura, ya ha advertido a los gobiernos que defienden la economía antes que a la gente, que pueden estar favoreciendo un «genocidio vírico».
El vuelco en la pirámide poblacional ha sido más espectacular en España e Italia que en otros países, aunque Europa cuenta con muchas ciudades que se han momificado. Y es cierto que cada vez se estima menos a la tercera edad frente al avance de una idolatría del ser joven que arrincona con enorme rapidez a los viejos. También en España, donde se sienten dependientes y solos. Los ancianos no viven una edad de oro, ni siquiera de plata; en todo caso, una de plomo. Cambia la consideración de las edades de la vida. La pandemia del coronavirus obligará a poner sobre la mesa los verdaderos problemas, que ahora no aparecen en el debate cortoplacista colonizado por lo político. Los cambios sociales se juegan en otra parte y luego afloran. 'Nos parecemos más a nuestro tiempo que a nuestros padres', reza un proverbio árabe.

Artículo de El Correo por Pedro Ontoso
https://www.elcorreo.com/sociedad/condenados-fuerza-mayor-20200405220152-ntrc.html

Y...¿qué habéis comido hoy?

Esa pregunta, tan de madre, es tan común estos días y de tanto interés real...
Sin posibilidad de planificar el futuro, lo único que podemos planificar es en el menú de mañana.
Mejor no hacer planes de aquí a 6 meses



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miércoles, 1 de abril de 2020

¿Cuando empezó a joderse todo?

Pintura rupestre con una escena cotidiana con el ganado en el Neolítico, en  Tassili n’Ajjer (Argelia).

Después del viaje a México llegamos a Madrid, a una ciudad y un país paralizado por el Covid-19. Un virus que está consiguiendo frenar el ritmo frenético  de la vida moderna a nivel mundial. Llevamos confinados en casa desde nuestra vuelta (ya 13 días), saliendo sólo para lo indispensable. Es verdad que llevamos ventaja al habernos incorporado un poco más tarde gracias a nuestros días en el país azteca, pero de momento lo llevamos bien. Somos muy caseros y disfrutamos del hogar leyendo, cocinando o imaginando dónde podría estar nuestra casa en el campo buscando y rebuscando en Idealsita.com.

Tantas horas libres te llevan a obsesinarte por temas , al menos a mi y  dese hace dos días buceo en la figura de Félix Ródriguez de la Fuente, saltando de un tema a otro, hilando a Iker Jimenez con Harari Yuval o la Cultureta etc. Leyendo "La Peste" de Albert Camus e investigando mucho sobre pasadas pandemias como la Gripe Española parece que los seres humanos no aprendamos de los errores anteriores y cada cierto tiempo volvamos a caer en la misma piedra . Leyendo la prensa y twitter muchos son los que pronostican cambios futuros, transformaciones en la manera de pensar y ver el mundo. (Decía Enric Vidal que prisa y verdad forman una extraña pareja, cierto).  No se yo si un virus provocará la "solidaridad espontánea" de la que hablaban en la película "El Hoyo".Ojalá. Pero desde la revolución neolítica, los hombres no hemos parado de ambicionar más cosas y mejores, de acumular , de someter a otros más débiles y de abusar de poder. ¿Antes no éramos así? ¿En qué momento empezamos a querer que el mundo se ajustase a nuestra expectativa y no al revés? ¿En qué momento dejamos de ser una especie más en armonía con el planeta ?¿Cuando empezamos a autoexplotarnos a nosotros para explotar sin fin los recursos de la tierra y supuestamente mejorar nuestra calidad de vida? En  el elibro de "Homo Sapiens" ya hablaban de que a partir de la práctica de la agricultura se jodió todo. Aquí Guillermo Altares explica el asunto de una manera fascinante: https://elpais.com/elpais/2018/04/20/ciencia/1524219983_369281.html#comentarios

En Tehotihuacan , junto a las pirámides del Sol y la Luna, nos contó nuestro guía, el gordito con cara olmeca, que la civilización de esa zona terminó por desaparecer. ¿Por qué? ¿Una guerra, conquista? ¿Exterminio? No. Todo fue una autodestrucción de sí mismos ya que explotaron en exceso sus recursos. Terminaron talando todos los arboles alrededor y eso trajo consecuencias negativas. Pero ellos desconocían el alcance de sus acciones, nosotros en cambio los sabemos , y aún así seguimos con las mismas costumbres.

¿Conseguirá el coronavirus cambiarnos?
De momento a mi es Félix Rodriguez de la Fuente quien me está descubriendo cosas nuevas

Félix Rodríguez de la Fuente - Wikipedia, la enciclopedia libre

México. Primer viaje