domingo, 31 de enero de 2021

Amor a primera vista


He conocido al hombre  más fuerte del mundo, un antiguo estudiante de Cambridge, un poeta brillante  cuyo trabajo adoraba antes de conocerlo, un Adán alto,  corpulento y sano, medio francés, medio irlandés ( con bastantes tierras agrícolas en Yorkshire, también) , con una voz  como el trueno de Dios, un cantante cuentacuentos, un león y un trotamundos, un vagabundo que jamás se detendrá

miércoles, 27 de enero de 2021

Hablar rápido


Si lo pensamos un poco seguro que todos tenemos algún allegado en nuestra vida, que cuando habla tiende a hacerlo a un ritmo frenético. Abre la boca y el compás es trepidante, atropellado, desbocado, los temas de conversación fluyen y desfilan a la velocidad de la Cabalgata de Valquirias. Es un espectáculo extremo que a veces puede llegar a provocar agujetas.

Leo en un artículo sobre consejos para el cuerpo, mente y bienestar que estos personajes responden a personalidades volcánicas, de verborrea sin limite y con un patrón común; no saben escuchar. Yo no diría tanto. Eso de personalidad volcánica, pase. Lo de que hablar rápido viene con el pack de no saber escuchar , ¡ni hablar!

Marc Giró en una entrevista se presentaba a sí mismo diciendo que él habla rápido, porque hablar rápido es de pobres. ¿Por qué? Él lo argumentaba así: “los ricos, los hombres, el poder, tenéis vuestro espacio garantizado , estáis acostumbrados a que todo el mundo os va a escuchar. En cambio las que somos pobres, las mujeres , los maricones, los desgraciadito de este mundo, tenemos que ir rápido a decir las cosas porque a lo mejor no hay espacio , lo tenemos que hacer con rapidez, y hay que hablar como una metralleta porque sino, no lo colocas”.

Así me siento yo cuando hablo en espacios que no son íntimos. Como si ese tiempo no fuera mío sino algo prestado. Y para estar a la altura del préstamo de tiempo y atención intento ser rápida, ir al grano, condensar lo que quiero decir y soltarlo sin demasiadas pausas o circunloquios enrevesados. Prolongarme lo vería como un abuso, un exceso que no merezco. A más inseguridad, mayor velocidad. Eso creo.

Casualidades de la vida, en mi pequeña encuesta social dentro de mi circulo de allegados, la mayoría de personas que se reconocen en ese hablar rápido son mujeres. ¿Por qué será?

jueves, 21 de enero de 2021

El Purgatorio



Llevamos ya un tiempo esperando esperando no se sabe ya ni qué. "Siempre que te pregunto, que cuando , cómo y dónde , tu siempre me respondes, quizás , quizás , quizás. Y así pasan los días, y yo desesperado, y tú, tu contestando , quizás , quizás quizás" Parece que la bola del futuro nos responde  por boleros de Machín o simplemente con este ERROR 404. 

Me siento como si estuviésemos en el Purgatorio. No como lugar físico, sino como estado mental. Ni peor ni mejor, ni aquí ni allá. Bueno, claramente peor. Desarraigados de un pasado ya lejano y un futuro que no termina de llegar porque es que ¡no se ve!, ¡no se ve joder!,  culpa del vaho de la mascarilla.

Por suerte no toda espera es percibida como un purgatorio. La de Pablo, ese bultito que se ve en la barriga de Amaya, es un motivo de fiesta y alegría. ¡Qué ganas de conocerle! Porque...¡Esta década va a ser la mejor! ¡Quizás , quizás , quizás!

Mejor de golpe












Lo próximo será una plaga de langostas. Y lo peor de todo es que ya ni nos sorprenderá. Después de acostumbrarnos a tantas malas noticias y seguir desesperados por la falta de horizonte, la llegada de Filomena supuso para los madrileños un recreo fugaz lleno de alegría y diversión. Yo que estaba en Bilbao envidiaba esas estampas tan bellas, tan propicias al juego infantil y la alegría. Hasta mi pobre barrio Puente Vallecas, tan poco fotogénico, lucía soberbio y elegante gracias a la nieve.

Pero el recreo terminó. El maquillaje de nieve, tan favorecedor, se corrió al final de la fiesta. Esa nieve hoy ya no es virgen, ni pura, ni blanca. Está pisoteada, bien sucia, es incómoda, incluso peligrosa. Y es que una semana después de la gran nevada, del colapso inicial, los problemas persisten y encima tenemos que aguantar que se presuma de buena gestión por parte del Ayuntamiento cuando sólo una cuarta parte de las calles de la ciudad son transitables, los supermercados tienen problemas de abastecimiento, las basuras llenan las calles con algunas ratas emergiendo en la nieve y los colegios aún siguen cerrados.

Si esta pandemia no era ya desesperante, Filomena llegó para ponernos un poco más al limite. Son tantas las familias haciendo equilibrios para sostener la vida estos días. Tantos los que terminan adaptándose, a su pesar, ante tanta adversidad. Que yo no paro de cantar un estribillo de Sílvia Pérez Cruz como una suerte de conjuro o voluntad de suerte. Dice así: Las penas que me maltratan / Son tantas, que se atropellan / Y como de matarme tratan / Se agolpan unas a otras / Y por eso no me matan.

- Papa, ¿tu crees que habrá una inundación? ¿Por las alcantarillas? –pregunta un niño a su padre en el autobús.
- Espero que no hijo. Que bastantes problemas tenemos ya. Se nos agolpan.

¡Menos mal que no se ponen en fila! 




(Este texto escrito el lunes 18 de enero, nada más llegar a Madrid desde Bilbao, confirma mi teoría de que es mejor recibir las penas de golpe. Resulta que ayer explosionó un edificio en pleno centro de Madrid, en el barrio de la Latina. Junto al edificio había una residencia de ancianos y un colegio, y los casquetes de la explosión  cayeron de pleno en el patio. Pues gracias a la nevada de Filomena, gracias a esa nieve , no había niños en el patio ¡milagro!. Podría ser peor, siempre podría ser peor. Pero esta vez un problema, la nieve, nos salvó de otro mucho mayor. )