sábado, 29 de enero de 2011

Pauvres de nous!


Nunca he podido hablarle a nadie como pienso. Con la mayor parte de la gente sólo se puede hablar de ideas, y no del canal por donde pasan esas ideas, de la atmósfera en que se bañan, de la sutil esencia que desaparece cuando se las viste. Pero no son ideas. Son sensaciones. Sensaciones que nadie puede describir, las percepciones de los sentidos...


miércoles, 26 de enero de 2011

Enriquito! no tienes ni puta idea

Hacer siempre es difícil. Hacer una mesa sólida, dar una buena clase, preparar una comida sabrosa, escribir un artículo redondo, pintar un cuadro misterioso, cortar un vestido elegante, crear una novela memorable, componer una canción para recordar. Hacer algo bien es siempre difícil. Pero, si me apuran, aunque el resultado no apunte a la excelencia, la mesa no sea práctica, la clase resulte tediosa, la comida insulsa y la canción olvidable también habrá detrás un trabajo. Hacer supone un riesgo. No siempre los resultados son como uno espera. Sea como fuere, me merecen más respeto los que hacen que los que, protegidos por su inactividad, se dedican solo a reaccionar ante las obras de otros. Cuánto le gustaba a Pla esa frase de Paul Valéry, "la horrible facilidad de destruir". Sí, ese es el signo de los tiempos, la tendencia imparable a emitir un juicio inmediato sobre lo que otros hacen. Todos formamos parte de un jurado popular. Entramos en un artículo y comentamos, "este tío no tiene ni puta idea de lo que dice"; o alertamos a nuestros amigos de las redes sociales, "mucho me temo que ese libro es pura bazofia". Casi ni hace falta ver las cosas que otro hace para juzgarlas. Lo importante, en esta democracia de la reacción, es la rapidez con que uno puede aliviar su ira. Jaron Lanier, uno de los pioneros de Internet que popularizó el término "realidad virtual", ya alertó sobre esa cultura reactiva, que no se limita a la Red sino que se ha instaurado como costumbre: incluso las columnas están plagadas de reacciones ante lo que han escrito otros. Hacer siempre es difícil; reaccionar, sencillo. Hay personas que viven reaccionando. Y me pregunto cómo hay tantas reacciones en horario laboral: ¿no será que quienes reaccionan tan iracundos ante lo que hacen otros no están cumpliendo adecuadamente con su propio trabajo?

martes, 25 de enero de 2011

La dieta de los símbolos


Haz literatura.Busca palabras nuevas en el diccionario.Esculpe frases, vierte lágrimas en un molde, en un estilo, en una forma, en un discurso. Recorta cuidadosamente artículos de periódico. Pégalos bien con cola. Hazte una fotografía.Di a todo el mundo cuánto les debes, pero más importante aún cuánto les quieres.

miércoles, 19 de enero de 2011


Así nos comprendimos mutuamente, con todos los detalles y matices.

En el teatro permaneció sentada con la cara pálida, como una máscara, pero impaciente: “Siempre me impaciento en el teatro y en el cine. Leo muy poco. Todo eso resulta pálido e insípido en comparación con…”

- ¿Con tu vida?

No tenía intención de terminar la frase.

- Quiero conocerlo todo directamente, sin que intervenga la ficción, sólo la experiencia íntima. Ocurra lo que ocurra, incluso un crimen del cual haya leído la noticia, no llega a interesarme, pues yo ya conocía al criminal. Pude haber estado hablando con él toda una noche en un bar. Me hubiera podido confesar qué pensaba hacerlo. Cuando Henry quiere que vaya a ver una actriz en el teatro, resulta que era amiga mía de la escuela. Viví en casa de un pintor que de pronto se hizo célebre. Siempre me encuentro allí donde ocurre algo por primera vez. Amé a un revolucionario, y cuidé a su amante abandonada por él, que luego se suicidó. No me interesan las películas, los diarios, los reportajes o la radio. Sólo quiero estar mezclada en lo que se esta viviendo. ¿Lo entiendes Anaïs?

- Sí, lo entiendo.

- Henry es literario.

En aquel instante comprendí su vida. Ella sólo cree en lo íntimo, lo cercano, en confesiones nacidas de la oscuridad de una alcoba, en peleas nacidas del alcohol, en comuniones nacidas de agotadores paseos por la ciudad. Sólo cree en las palabras obtenidas por la fuerza, como las confesiones de los criminales que han sido sometidos largo tiempo al hambre, los interrogatorios, las luces internas y los violentos tirones de máscaras.

No quiere leer libros de viajes, pero en la terraza del café está atenta a la aparición de un abisinio, un griego, un iraní o un hindú, que pueden ser portadores de noticias directas de su país, que quizá le enseñen fotografías de sus familias, y le ofrezcan personalmente todo el sabor de sus países.

lunes, 10 de enero de 2011