jueves, 18 de mayo de 2023

La maestra y la Bestia

 



-Si has de conocer un hombre , procura que sea uno que te sorprenda cada día. Nunca nada previsible, nada demasiado obvio, que sea alguien que te aparte del rebaño, que te indique otros caminos... Alguien tan misterioso como un volcán dormido, tranquilo y cubierto de vegetación, pero con abundante vida subterránea... De ese modo, vivirás constantes aventuras sin neceisdad de moverse del hogar... Y así, para ser feliz, no tendrás que andar rodando por el mundo como vaca sin cencerro. 

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Habían bebido lo bastante como para ignorar cualquier fenómeno ajeno a la conversación. Ella se sentía perturbada, como cuando te ha ocurrido algo muy gordo y sabes que necesitarás mucho tiempo para digerirlo. Desde el quicio de la puerta, lo vio marchar. Ya no llovía. El viento de marzo había limpiado el cielo y dejaba ver un hilo de luna, demasiado fino como para alumbrar la escena. Él se fundió en la oscuridad. Cuando la vegetación se lo tragó por completo, ella escuchó una frase de la canción que parecía llegar de la nada. Pois há menos peixinhos a nadar no mar... Ella imaginó pececitos nadando en el mar tropical y pensó que la imagen no pegaba nada con el gélido y macizo rigor pirenaico, y que tal vez era la incongruencia de la mezcla lo que la llevaba a sentirse atraída por él de un modo u otro ( como oráculo, como bestia, como padre, como amante, poco importaba como qué)... La atracción era irrefutable y se condenaba en aquella canción, que era una canción circular, un ouroboro, una boca que muerde la cola indefinidamente hasta tragarse a sí misma. De repente, con la supuesta lucidez, que le provocaba el alcohol cuando no sucumbía al sueño, supo que aquel hombre sería la medida de todas las pasiones del futuro, que cada tramo del camino llevaría de retorno hacia la Bestia eternamente esperada y nunca poseída. Cuando el rumor del río le impidió escuchar el eco cada vez más débil de la música, Severina entró en casa y mientras retiraba la mesa trató de cantar la canción , sin letra, pues solo había retenido un par de frases. Pero, aunque tenía buen oído y buena voz, tropezó repetidamente en dos transiciones críticas de la melodía y tuvo que abandonar el intento. Nunca antes había escuchado un aire musical tan sencillo y al mismo tiempo tan difícil de reproducir con exactitud
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