martes, 29 de marzo de 2011

la electricidad


Me gusta pensar que es posible transmitir mensajes secretos por la mente. Generar electricidad a conciencia y a propósito. ¿Eso de que de repente te tocan y sientes electricidad? Eso no es gratuito, eso te lo han mandado codificado, destilado en un pequeño mensaje sensorial, sólo para ti., sólo para ti, sólo para ti, sólo para ti, sólo para ti...

Toro y Moi

jueves, 24 de marzo de 2011

martes, 22 de marzo de 2011

domingo, 20 de marzo de 2011

TODO LO QUE PODRIAMOS HABER SIDO TU Y YO SI NO FUERAMOS TU Y YO




Culo veo culo quiero

A los cinco años vi por primera vez Mary Poppins. A los cinco años caminé por primera vez, de la mano de mi madre, por la Gran Vía de Madrid. A los cinco años vi por primera vez un negro que se cruzó con nosotros en la Gran Vía. A los cinco años vi, por vez primera, el luminoso del edificio Carrión, que por entonces no era aún el de Schweppes. A los cinco años quise ser Julie Andrews, volar en paraguas y cantar conDick Van Dyke supercalifragilisticoespialidoso. A los cinco años me entraron unas prisas terribles por ser adulta. Hoy, después de cuarenta y cuatro años, después de haber visto lo menos una docena de veces Mary Poppins; después de odiar a Julie Andrews en mi adolescencia para volver a amarla ahora, cuando ya soy capaz de admirar la cursilería; después de años viviendo en una ciudad mucho más diversa que la mía; después de que mi propia ciudad se abriera a otros tonos de piel; después de haber aprendido a degustar los musicales y de entender que de ellos surgieron las mejores canciones del siglo XX; después, digo, de haber caminado la noche de tantas ciudades, después de cuarenta y cuatro años, llevando en las plantas de los pies miles de kilómetros de acera, después de todo eso, me reconozco en los anhelos de cuando tenía cinco años. Dame una ciudad. Dame un atardecer. Dame unos luminosos que se vayan encendiendo al tiempo que la huella del sol se borra del horizonte. Dame unas buenas botas para caminar. Dame algo de dinero, claro, que las criaturas por la noche no beben agua. Y suéltame ahí. Ya verás lo que me cunde. Y qué tarde llego a casa. Ah, en esencia no cambiamos. Recuerdo que Haro Tecglen decía, en una de nuestras cenas en Casa Perico, una taberna situada en una calle de actividad más nocturna que diurna, la Ballesta, que a él había dejado de interesarle la noche cuando empezó a ser invisible para las mujeres. Lo entiendo. En las salidas nocturnas hay algo de posibilidad de aventura que se va encogiendo con la edad. Pero lo entiendo solo hasta un punto. Los fabuladores tenemos la ventaja de ir por el mundo cazando aventuras ajenas y eso de salir a la calle dispuesta a espiar la vida de otros es uno de mis pasatiempos favoritos. A menudo, me digo que estoy trabajando, para que no me remuerda la conciencia y permitirme varias salidas nocturnas a la semana. Esto es trabajo, me digo. Entonces me lo tomo con rigor. Y trabajo es maquearse, trabajo es sacar entradas para un club. Trabajo es tomar el metro y mirar a quien no mira. O tomar un taxi. Cuando le pido el recibo al taxista, pienso, "esto son las dietas". Por trabajo acudo a este lugar nocturno desde hace años, el "Oak Room" del hotel Algonguin. Sí, el de la escritora Dorothy Parker y otros tantos de The New Yorkerque ocupaban la célebre mesa redonda. Sí, ellos también trabajaban allí. Bastante. Por trabajo, bebo. No tanto como Jack Lemmon en Días de vino y rosas ni como los de la mesa redonda. Yo soy más cobarde y me gusta salir de pie de los sitios. Por trabajo me pido una margarita, que es un cóctel que parece una mariconada por el nombre pero que te tumba al tercero. Por trabajo miro a mi alrededor y veo (una vez que mis ojos se han acostumbrado a la penumbra aterciopelada de este comedor que parece un vagón del Orient Express) que a mi alrededor hay un montón de clientela que ha venido esta noche a trabajar. Vamos, yo diría que todos. Hay una cantante octogenaria a la que he visto cantar en otras ocasiones, Barbara Cook. Es divina, operadísima, ave de clubes, esencia del viejo Nueva York. Hay algún crítico de The New York Timeso de The New Yorker, al menos lo parecen, son hombres de melena blanca y soliviantada. Hay pastel de cangrejo en mi plato. Casi siempre hay pastel de cangrejo en mi plato. Viene de Maryland y está delicioso. Hay un hombre a mi lado que dice que también está trabajando. Que escribe, dice. Ya somos dos. Y hay una cantante por la que estoy aquí esta noche, Jessica Molaskey, que hace unas versiones maravillosas de viejas canciones de los años veinte y treinta. Esto, esto y no otra cosa, es exactamente lo que yo quería aquella noche de invierno en que tenía cinco años, la primera vez que vi a Mary Poppins, que vi al primer negro, que paseé por la Gran Vía, que quise ser una mujer como Julie Andrews y cantar con Dick Van Dykesupercalifralisticoespialidoso. ¡Esto era! Lo que ocurre es que entonces no sabía ponerle nombre ni sabía definirlo con tanta precisión como ahora que lo tengo aquí todo, delante de "estos ojos míos" de 2011. Todo estaba contenido en aquel deseo en abstracto. Así han de ser los deseos, abstractos, para que se cumplan sin dificultad. Si una desea ser registradora de la propiedad la cosa se limita bastante, pero si lo que desea una es ser Julie Andrews es relativamente fácil que el deseo se realice. No hace falta ser actriz, ni tan siquiera saber cantar como Víctor o como Victoria, basta con estar aquí, años después de que la arrogancia juvenil te impidiera disfrutar de noches como esta, que tienen algo de sueño barato, cursi, reluciente. Como una joya falsa. Basta con que en tu mente suene, como si fuera un himno, aquella canción, My favorite things, con la voz de Andrews o con el saxo de John Coltrane. Basta con eso.

martes, 15 de marzo de 2011

jueves, 10 de marzo de 2011

El mar

Tu y yo hemos cenado en buenos restaurantes,
tu y yo hemos bailado a la luz de una farola,
tu y yo volábamos en un Ford fiesta amarillo,
tu y yo hemos cantado al lado del fuego,
tu y yo hemos buscado cosas similares,
tu y yo hemos tenido la cabeza llena de pajaros,
tu y yo arriba de la noria, tu y yo y nuestra historia,
pero tu y yo no nos hemos bañado nunca en el mar, el mar, el mar…

Plantemos las toallas, te invito a un helado, juguemos a la pala griega, esquivemos a los paseantes
en el horizonte se divisan las velas de los barcos optimistas de unos niños
en la cala de al lado.
Duermo un rato, a la que el mar sopla.
Así estirada se te ve espectacular, larga y blanca, en la arena leyendo.
Intrigas vaticanas de final inesperado, es abusivo tanto calor…
Te incorporas y te pones bien el bañador, con el pie calculas como está el agua y todo está listo para que entremos al mar.

Así entonces, si un dia vienes y pasas por aquí, y si pese al trabajo encontramos una mañana, no me perdonaría nunca , no podría asumir
no cogerte con la moto y que no hiciésemos camino muy lejos de aquí, al otro lado del mundo, hay un chiringuito con cuatro pinos al fondo, tu yo sentados en la barra de un bar, suena buena música y estamos delante del mar.

miércoles, 9 de marzo de 2011

A.A.

Descripciones Aceleradas.

Antes de compartir las siete plagas del Apocalipsis con ustedes, creo que debo subrayar algunos datos sobre mi personalidad. Soy pesimista profesional innata, nadie me lo ha ensañado, es que ya mi parto fue difícil y enrevesado. Mi madre dijo que aterricé como un spútnik a velocidad espacial y que no pude estarme quieta desde entonces. No sé si fueron las irremediables ganas de huir de aquel aburridísimo lugar o que me salió mal el empujón.

Di el salto al mundo de forma precipitada; y tan precipitada…-Cómo diría “gran madre”- me adelanté nada más y nada menos que tres meses.

Según la narración de madre, todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Ella tumbada sobre la mesa camilla del paritorio, unos cuantos jadeos y respiraciones profundas previamente ensayadas y aparecí yo, una recién nacida escurridiza y babosa del tamaño de un ratoncillo. Sí, está bien, a las madres les encanta el drama exagerado y Sissi emperatriz, pero ama tenia pruebas irrefutables que nadie podría negar. Nací tan minúscula e indefensa que entraba en el bolsillo de la bata del ATS. Yo imagino que el bolsillo sería de una envergadura considerable, pues si no sería aún más preocupante.

Como todo ser humano fui creciendo. Es gracioso descubrir la imperfección de la anatomía corporal a base de especialistas, aparatos correctores y de más chismes que,si me permiten señalar, son completamente inútiles. Qué pasa si naces con un pie mas largo, mejor, tu paso siempre será zancada; y qué más da si naces con un brazo mas largo, podrás hacerte fan en Facebook de aquellas personas que consiguen sacar las latas de coca-cola atascadas en la maquinas expendedoras, sólo por eso ya tienes un futuro social prometedor.

Ahora aquí estoy, en Ámsterdam, sentada frente a una computadora, al calor de una chimenea de gas. Holanda es un país frío, a lo mejor por eso no me atrevo a posar los pies sobre el parquet, por miedo a que se queden congelados. De vez en cuando les obligo a que bailen un rato con movimientos convulsivos, así evito que se queden dormidos.

Vivo en Boss en lomerplein, un barrio situado a las afueras. Desde mi ventana sólo se divisan las vías del tranvía y los carriles de bicicletas. Gulden Winckelplantsoen, esa es mi calle. Nunca soy capaz de pronunciarla en voz alta, las razones saltan a la vista. El edificio es normal, un tanto descuidado, pero normal. Los vecinos también son de lo más común, nunca entablé conversación con ellos pero de momento no he tenido ningún motivo para odiarlos y supongo que eso es bueno. Comparto el piso con más gente: (una amiga que ya no duerme aquí —no sé por qué sigue pagando el alquiler— y que sospecho que comparte el piso con un judío al que conoció hace algún tiempo y que se dedica a vender “lolies” de cannabis y tangas con el logo de Amsterdam, porque ahora sólo viene a hacer la colada o tranquilizarme cuando me entran crisis nerviosas; el segundo inquilino es un chico argentino, que está viajando por Asia buscándose a sí mismo y tratando de absorber las energías del sol que aquí tan poco nos acompañan. El tercero es el casero, y aquí entra la primera de las plagas del Apocalipsis, o mejor dicho, recaen sobre mí todas juntas.

Dan es su nombre, tiene… la verdad es que no sé cuántos años tiene. Digamos que no tiene setenta, pero tampoco cincuenta, los abanicos de posibilidades siempre son más divertidos. Es ex alcohólico en proceso, dice que ya no bebe, pero cuando aparece por casa nos sobran las botellas de vino para exportar. No es un borracho violento, es más de esos que cantan a las dos de la mañana y desobedecen las leyes de la pulcritud. Su habitación es el lugar más oscuro de la casa, si te imaginaras todas las estancias por paletas de colores predominarían los rojos amarillos y naranjas en el salón, los ocres, marrones y beige en la cocina, el azul marino y verde esperanza en la habitación… pero cuando atraviesas el pasillo y te acercas a ese lugar llamado “Habitación de Hans”… gris perla es lo más lindo que encuentras.

Como buen prototipo holandés, cumple con la altura exigida en este país. Fácilmente llega a medir dos metros de largo por veinte centímetros de ancho. A mí me recuerda a los zancudos de mi pueblo, esas criaturas sílfides y larguiruchas que lo mismo me obnubilaban que me estremecían por su rareza. Tiene porte distinguido y desaliñado. Ese aire bohemio de siglo veintiuno, fumando en pipa mientras juega a la ajedrez online, le da un toque retro que puede llegar a ser interesante. Son detalles como el chirriar de su dentadura o el carraspeo flemoso cada cinco minutos los que no me acaban de convencer del todo.

Carmen Amaya, puro nervio

"De pronto un brinco. Y la gitanilla bailaba. Lo indescriptible. Alma. Alma pura. El sentimiento hecho carne. El "tablao" vibraba con inaudita brutalidad e increíble precisión. La Capitana era un producto bruto de la Naturaleza. Como todos los gitanos, ya debía haber nacido bailando. Era la antiescuela, la antiacademia. Todo cuanto sabía ya debía saberlo al nacer. Prontamente, sentíase subyugado, trastornado, dominado el espectador por la enérgica convicción del rostro de La Capitana, por sus feroces dislocaciones de caderas, por la bravura de sus piruetas y la fiereza de sus vueltas quebradas, cuyo ardor animal corría pareja con la pasmosa exactitud con que las ejecutaba. Todavía están registrados en nuestra memoria cual placas indelebles la rabiosa batería de sus tacones y el juego inconstante de sus brazos, que ora levantabanse, excitados, ora desplomábanse, rendidos, abandonados, muertos, suavemente movidos por los hombros. Lo que más honda impresión nos causaba al verla bailar era su nervio, que la crispaba en dramáticas contorsiones, su sangre, su violencia, su salvaje impetuosidad de bailadora de casta"

martes, 8 de marzo de 2011

Las Ramblas en los 60 eran... así (elegantemente flamencas)

Teoría de lo que fue la mujer esteticista

La mujer esteticista la inventan sus retratistas, amigos y amantes, que establecen unas normas de conducta de las que sobresale una obligación: "la de ser bella". ¿Cómo lograrlo? "Prolongando la inmadurez... Para ser una adulta esteticista, debe seguir siendo una niña esteticista". Esbelta y no del todo desarrollada físicamente, la esteta es una mujer aniñada, o una niña precoz. Los artistas esteticistas buscan y plasman un ideal de mujer cuya juventud, suspendida eterna y efímeramente, es un espectáculo que sólo existe un momento.

Evidentemente, unas reglas estética tan irreales dan pie a toda clase de sátiras y caricaturas.

Pero ajenas a las burlas, las mujeres esteticistas leen los poemas de Charles Swinburne y emulan a sus musas. Túnicas, drapeados, mangas medievales, melenas onduladas, diademas y pulseras celtas, colores orientales, cuerpos andróginos y adolescentes; fotografias desenfocadas, arquitecturas evanescentes, luces de otros mundos y naturalismo urbano. Y también elitismo, arrogancia, ingenuidad,materialismo, tedio y decadencia.

Estos lemas-ideas vienen por la exposición en Londres "El culto a la belleza. Movimiento esteticista de 1860 a 1890" en el museo Victoria & Albert. Y que llegue precisamente ahora, significa que, de momento, el escapismo estético que se percibe en las tendencias de la moda y el arte tiene una razón de ser, que es la de siempre cuando la fealdad, la vulgaridad y la artificialidad lo han invadido prácticamente todo.



Olé tú!