viernes, 17 de junio de 2022

Morir aprendiendo

Es muy curioso que la palabra "afición", que en el diccionario equipara a otras bien nobles como inclinación, cariño y ahínco, esté hoy en día tan desprestigiada.  Exceptuando el campo de la fiesta taurina, donde a alguien de "buen aficionado" supone un elogio  y un respeto a sus opiniones, este adjetivo suele venir siendo empleado con desdén y menosprecio notorios, en contraposición  con la garantía que se le atribuye por principio al juicio emitido  por los especialistas en la materia que sea, cuya profesionalidad - reñida casi siempre con el alborozo del asombro - radica en el experto manejo de una jerga enrevesada y doctoral que no parece admitir réplica.  Yo pienso, por el contrario, que sólo de la afición puede nacer el aprendizaje y lo fecundan. Siempre he dicho que unos nacen sabiendo y otros mueren aprendiendo, pero el mundo, por el camino que lleva, va dejando sus riendas de manera cada día más fatal en manos de los que nacen sabiendo.  
Me inclino a creer que la afición resulta sospechosa porque, siendo como es por su misma esencia placentera y no obligatoria, se niega tanto a admitir normas como a entenderlas. Hoy, más que nunca, produce insuperable vergüenza reconocer que no se obra  por norma, sino por gusto, y los hombres, progresivamente condenados a sentir obligatorio el trabajo a que se dedican, en lugar de reaccionar contra esa condena hacen de ella su timbre de gloria. ¿Cómo puede ser tomado en serio un trabajo que divierte?-parecen protestar con escándalo. Y este rechazo tácito suele ir rubricado por una frase que todos hemos oído más de una vez : "¡Qué sabrá ése, si es un aficionado!". En una palabra, que están matando la afición. 


Carmen Martín Gaite
Morir aprendiendo. 
Diario 16, 18 de abril de 1977


¡

No hay comentarios:

Publicar un comentario