viernes, 21 de enero de 2022

Hondonadas

Poquísimas veces había escuchado o leído la palabra "hondonada" y fue hace unos días cuando me fijé en ella gracias a esta canción de La Buena Vida. 

La canción es preciosa y por eso he cogido cariño a "hondonada". 


El libro "El oráculo de la noche" de Sidarta Ribeiro habla de los sueños, ¿qué es un sueño? ¿por qué soñamos? ¿nos sirven para algo?.Un tema que para mí es un imán. El caso es que estoy descubriendo algunas cosas, otras me las pierdo porque no las entiendo, pero ha vuelto a aparecer por aquí "hondonada". Justo ha sido mientras se cuenta lo importante que es activar los recuerdos a lo largo de la vida. Las trayectorias neuronales más probables corresponden a los recuerdos más reforzados, aquellos que los recordamos y recreamos en el tiempo. 
"El sueño comienza. Los recuerdos formados durante el día compiten ahora con los recuerdos anteriores. Es muy común que,  ya al principio del sueño, el recuerdo del día anterior desaparezca en el torbellino de otros recuerdos reactivados. Sin embargo, aquello determinante volverá, de forma inexorable. Los caminos más profundamente grabados durante la vigilia son más propensos a ser reactivados que aquellos poco labrados"

Me  hace gracia imaginarme una verdadera batalla campal en mi cabeza cada vez que estoy sopa. No son tan importante las neuronas, sino las conexiones entre ellas. De la misma manera, no son tan importantes los recuerdos sino saber como relacionarlos para rescatarlos del olvido, abrir autopistas por aquí y por allí. La Gaite decía que tendríamos que ser jardineros de nuestros propios recuerdos. Qué bonito y cuanta razón. Tejer nuestra propia red de recuerdos sinápticos y escuchar cómo crepitan cada vez que se abre una nueva conexión. 

En el libro Sidarta abandona por momentos el papel de científico puntilloso y se pone lírico, cosa que agradezco. Habla del cambio del cerebro de un recién nacido como si fuese una planicie a nivel topográfico y conforme adquiere experiencia, la topografía se erosiona. 

"El resultado es que cada con cada nuevo aprendizaje se forma un nuevo surco, y la superficie se va transformando, adquiriendo cada vez más recovecos, valles y arroyos. El contacto con la realidad, por la fuerza del agua y contra la rigidez de la piedra, va esculpiendo topografía sináptica hasta que lleguemos a ancianos, profundo valle central rodeando de inumerables hondonadas cada vez más pequeñas, capilares conformadas por la experiencia autobiográfica, como un palimpsesto de acontecimientos vividos e imaginados"


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