miércoles, 3 de marzo de 2021

Poesía a rachas

 LO JURO POR MIS MUERTOS

En eso no te voy a defraudar, 
en aquel afán tuyo tan ardiente y tirano
de que viviera yo contra viento y marea, 
("por favor, tú tranquila,
no te enfades, no cojas miedo a nada"),
de que saliera al mundo a recorrerlo, 
a perderme por él,
a recoger la luz de otras miradas, 
la miel de otras colmenas, 
el hilo de otros cuentos. 

Tú no me dejas ser mujer de Lot,
tú, que me has mantenido
en examen perpetuo de reválida,
tú me mandas vivir, voz de sal y limón,
acogerme impasible al instante presente.

Peleas todavía para que no confunda mi camino
con los atolladeros que me hacen regresar
a la cueva mefítica y sombría
de donde no se sale.
Me dices: "hay camino, sal, no le cojas miedo";
me obligas a mirarlo blanquear
y a fijarme en la gente atribulada
que circula por él, en todos los que lloran.

Recojo las señales de tu lejano Morse,
tranquila, duerme en paz.
En eso–te lo juro por mis muertos–,
en eso no te voy a defraudar.


MI RACIÓN DE ALEGRÍA

Defiendo la alegría, 
la precaria, amenazada, 
difícil alegría, 
el raso, limpia, en cueros,
mi ración de alegría.
No me arrastréis al pozo
de las verdes culebras.
No os arrojo a la cara mi alegría,
os la tiendo tan sólo
como una débil luz, como una mano.
No es ningún baluarte
ni ningún ofensivo privilegio,
es mi único utensilio cotidiano,
mi tela de labor.
No tengo otra bandera
y ostenta unos colores ya un poco desteñidos;
mirad que la levanto a duras penas,
contra viento y marea,
sin sombra alguna de provocación.
Es parcela pequeña, minifundio,
terreno sin cercados ni aparceros
que aro, riego y abono por mí misma, 
con fe, de sol a sol.
Tomad el pobre o rico,
el cuestionable fruto
que desde ella os ofrezco,
pues sólo desde aquí
os consigo mirar, ayudar, entender,
poner tal vez en claro alguna cosa.
No me la reprochéis ni adobéis de negrura
como un reducto inmundo, segregado;
ved que no la defienden ni pinchos ni alambradas
y que podéis pasar aquí conmigo al sol.
No me arrastréis al pozo
de las verdes culebras. 


MADRID LA NUIT

Echa hilo a la cometa de la noche, 
que aún queda algo de viento. 
Amenazado vives, al raso, crepitando,
como una hoguera al cierzo
gastando tus cartuchos con saña y desafío,
pólvora en salvas, llama del momento.
Por el Madrid de Dato y La Caramba, 
del Motín de Esquilache y de Fernando Séptimo,
por el Madrid del Goya de los fusilamientos,
de Larra, Espoz y Mina y Aldecoa,
Madrid hortera y siniestro,
vas dando tumbos, recordando historias, 
por calles que eran gente de apellido compuesto,
aguantando la noche con quien caiga,
con amigos topados a voleo, 
a los que dices "pero no te vayas", 
"quédate otro ratito por lo menos", 
y "aquí una copa para la señora",
y un camarero y otro camarero,
en locales que cierran aún más tarde, 
que quedan aún más lejos,
zigzag de rutas donde vas gastando
suela de tus zapatos, palmadas a serenos,
saliva con que hacer rodar mentiras,
gestos que se dirán verdaderos,
mil pesetas ganadas a los chinos,
alaridos a un taxi, giros del minutero,
cerillas, labia, risa,
y el don tan frágil de no haber muerto. 
...Ya surge el rostro gris del día siguiente
–muro lívido y terco–.
Tienes frío, estás solo, y hay que esconder el miedo. 
Echa hilo a la cometa de la noche,
que aún queda algo de viento. 


FARMACIA DE GUARDIA

No es Valium ni Orfidal, 
no me ha entendido. 
Se trata de la fe. Sí: de la fe.
Comprendo que es muy tarde
y no son horas
de andar telefoneando a una farmacia
con tales quintaesencias.
Lo que yo necesito
para entrar confiada en el vientre del sueño
es algún específico protector de la fe.
¿Que le ponga algún ejemplo concreto?
Pues no sé... Necesito
creerme que este saco
cerrado por la boca
y en cuya superficie
se aprecia la joroba
de envoltorios estáticos
puede volver a abrirse alguna vez,
a provocar deseos y sorpresas
bajo la luz del sol y la luna, 
bajo el fervor clemente
de los dioses del mar.
¡Oh, volver a sentir lo que era eso!
Y ni siquiera necesito tanto
–ya es menos lo que pido–;
simplemente creerme que un día lo sentí
intempestivamente
cuando más descuidada andaba de esperarlo, 
y supe con certeza
que sí, que se podía, 
que un corazón doméstico
cuando al fina se desboca
es porque está latiendo sin saberlo
desde otro muy cercano.

Ya. Que no tiene nada.
Pues perdone. 
Comprendo que es muy tarde
para hacerle perder a usted el tiempo
con tales quintaesencias.
Ya me lo figuraba.
Buenas noches. 




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