miércoles, 27 de enero de 2021

Hablar rápido


Si lo pensamos un poco seguro que todos tenemos algún allegado en nuestra vida, que cuando habla tiende a hacerlo a un ritmo frenético. Abre la boca y el compás es trepidante, atropellado, desbocado, los temas de conversación fluyen y desfilan a la velocidad de la Cabalgata de Valquirias. Es un espectáculo extremo que a veces puede llegar a provocar agujetas.

Leo en un artículo sobre consejos para el cuerpo, mente y bienestar que estos personajes responden a personalidades volcánicas, de verborrea sin limite y con un patrón común; no saben escuchar. Yo no diría tanto. Eso de personalidad volcánica, pase. Lo de que hablar rápido viene con el pack de no saber escuchar , ¡ni hablar!

Marc Giró en una entrevista se presentaba a sí mismo diciendo que él habla rápido, porque hablar rápido es de pobres. ¿Por qué? Él lo argumentaba así: “los ricos, los hombres, el poder, tenéis vuestro espacio garantizado , estáis acostumbrados a que todo el mundo os va a escuchar. En cambio las que somos pobres, las mujeres , los maricones, los desgraciadito de este mundo, tenemos que ir rápido a decir las cosas porque a lo mejor no hay espacio , lo tenemos que hacer con rapidez, y hay que hablar como una metralleta porque sino, no lo colocas”.

Así me siento yo cuando hablo en espacios que no son íntimos. Como si ese tiempo no fuera mío sino algo prestado. Y para estar a la altura del préstamo de tiempo y atención intento ser rápida, ir al grano, condensar lo que quiero decir y soltarlo sin demasiadas pausas o circunloquios enrevesados. Prolongarme lo vería como un abuso, un exceso que no merezco. A más inseguridad, mayor velocidad. Eso creo.

Casualidades de la vida, en mi pequeña encuesta social dentro de mi circulo de allegados, la mayoría de personas que se reconocen en ese hablar rápido son mujeres. ¿Por qué será?

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