sábado, 1 de septiembre de 2012

Alexander


Así entendí que no era un americano tan tranquilo como parecía, ni un judío tan seguro de sí mismo como daba a entender. Pero, lejos de entrar en averiguaciones innecesarias, quedé abrazado a su cuerpo y él al mío, no sin que otro porro nos precipitase en un letargo definitivo donde se me aparecieron todas las visiones que sólo una buena yerba de buena calidad es capaz de convocar. Entre ellas el Pato Donald y un vals de Offenbach.
Extraño en el paraíso.
Terenci Moix

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