Terenci Moix era un tipo absolutamente genial. Desde que abrí la primera página de una de sus obras, desde que lo descubrí, sentí una empatía con él, lo consideré mi amigo, sus obras son amenas, divertidas, hilarantes a veces, en muchos casos parecía que te estaba contando a tí mismo la historia, te sentías protagonista como lector, un ser único e irrepetible al que el escritor había dedicado el libro. Conocí personalmente a Terenci, y ratifiqué mi opinión, coincidimos en una cafetería y charlamos y charlamos, no nos conocíamos de nada, pero al mismo tiempo nos conocíamos de siempre. Era embriagador. Pero Terenci no ha muerto, vivirá para siempre entre todos los que le leímos, le leemos y le leeremos en un futuro. Te mandó un cigarrillo al Nilo, querido amigo, que allí no venden Ducados. Un beso.
domingo, 6 de junio de 2010
No digas que fue un sueño
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