sábado, 29 de mayo de 2010

Un buen comienzo (I)

Hay una chica sola, apoyada en la barra, a sus pies una maleta y dos bolsas de plástico muy hermosas.
se le acerca un tipo de cuarenta años, todavía no sabe con qué intención: pedirle fuego, ligar, o simplemente para comunicarse con el único ser vivo que hay en el bar de la estación (si exceptuamos al camarero).
Es una noche fría, tormentosa, sucia.
De todas las opciones, él se decide por la de pedir fuego.
-Me llamo Juan.
Y le ofrece la mano que no tiene cigarrillo, en plan hola qué tal. Ella retrocede un palmo, tensa, y le dice:
-No me toques. Hace días me violaron y me hicieron de todo. De hecho es un milagro que conserve la vida, si a esto se le puede llamar vida.Pero le aconsejo que no me toque. Podría matarle.
-¿Por qué? Yo no he hecho nada, excepto pedirle fuego.
-Ya lo sé-dice ella, aburrida de dar tantas explicaciones-, pero estoy traumatizada. No soporto el contacto con ningún hombre.-Tampoco soporta el contacto de sus piernas con las bolsas de plástico-. No quiero ser injusta y matarle a usted. Por eso tengo el detalle de advertírselo.
-Muchas gracias. Tampoco yo me llevo bien con las mujeres.
-¿También le han violado?
-No... en ese sentido,pero...
Duda. No es fácil hablar de lo suyo. La verdad es que Juan se siente hecho polvo, por eso salió a dar una vuelta, sin importarle la lluvia. Llevaba un rato sentado a la máquina sin que se le ocurriera una sola línea, en una tarde en que la comunicación con su novia era aún más difícil que con la máquina de escribir.La mujer de la barra le mira con insistencia. Quiere saber el terreno que pisa. Es de ese tipo de chicas que no admiten titubeos. Quiere estar segura de todo.
-¿En qué quedamos? ¿Le han violado o no?
Juan reflexiona su respuesta.La mujer se impacienta.
-No me han violado, pero me siento igual de mal.
-Eso es imposible -dice ella de modo tajante.

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