Si para ser poeta he de estremecerme
en la amargura y la melancolía
y completar cuadernos mugrientos
que apestan a tinta podrida,
si he de beber hasta reventar las tripas
si he de servir mi corazón a un caníbal,
desmontarme como Barbie despeinada
y venderme en fascículos coleccionables...
Prefiero la felicidad idiota de los supermercados.
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