Cuando se aproximan mucho, sienten el dolor que les causan las púas de los otros erizos, lo que les impulsa a alejarse de nuevo.
Sin embargo, como el hecho de alejarse va acompañado de un frío insoportable, se ven en el dilema de elegir: herirse con la cercanía de los otros o morir. Por ello, van cambiando la distancia que les separa hasta que encuentran una óptima, en la que no se hacen demasiado daño ni mueren de frío.
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«Como los erizos,
ya sabéis,
los hombres un día sintieron su frío.
Y quisieron compartirlo.
Entonces inventaron el amor.
El resultado fue,
ya sabéis,
como en los erizos»
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