viernes, 29 de noviembre de 2013

sábado, 23 de noviembre de 2013

Contigo no, bicho

«La ley es tela de araña / no la teme el hombre rico / nunca la tema el que mande /pues la rompe el bicho grande / y solo enreda a los chicos».

Uno de los versos más populares en Martín Fierro (lo pronuncia el «moreno», discriminado por su color) define con precisión la sensación colectiva cada vez más afianzada entre los españoles de que la ley no es igual para todos. Una telaraña que atrapa al bicho pequeño pero casi nunca al grande dibuja un escenario de impunidad que mina la moral colectiva.

La impunidad es dejar sin castigo a quien infringió de forma evidente las normas o las leyes. El pueblo no puede juzgar porque no está preparado, y por eso ha delegado en los tribunales esa responsabilidad, pero ¿qué ocurre en el cuerpo social cuando se instala la creencia de que hay una impunidad jurídica selectiva? ¿Qué pasa cuando todo indica que, a mayor proporción del delito, menor es su persecución e inexistente el castigo? Ha quedado acreditado que los grandes evasores fiscales han salido impunes y amnistiados de su robo multimillonario, mientras que el bicho pequeño es perseguido sin tregua por el fisco. Nadie fue responsable de la muerte de 43 personas en el metro de Valencia, ni parece que vaya a haberlo en el tren de Santiago más allá del conductor (siempre el bicho pequeño). La muerte de cinco chicas aplastadas en el Madrid Arena podría saldarse con una pequeña condena al promotor, y eso sin hablar del Prestige, del que una década después supimos que «se hundió porque quiso», como escribió con retranca cáustica Manuel Rivas. Del caso Bárcenas hace tiempo que nos advierten -no se pregunten por qué lo saben- que pronto se archivará al «no poderse demostrar nada» de la financiación ilegal.

Respeto a la legalidad

O sea, todo lo que usted y yo hemos visto y leído hasta ahora, al parecer, no prueba nada ni tiene validez jurídica. Sin embargo, impusieron dos años a la valenciana que usó una tarjeta de crédito encontrada para comprar comida; a los que propinaron un tartazo a la presidenta de Navarra les piden nueve años de cárcel, y cuatro a los profesores que reventaron con protestas un pregón en Guadalajara…

Cualquier libro de psicología social recoge las consecuencias de la falta de castigo a los peces gordos: aumenta la tentación de actuar al margen de la ley y puede llegar a provocar conductas agresivas y violentas. Si los poderes del Estado pierden el respeto a la ética y la legalidad, ¿por qué habrían de tenerlo los demás? A medio plazo, la huella que dejará la sensación de impunidad será la negación de la legitimidad del sistema. Ese es el peligro mayor, que nuestros gobernantes parecen no intuir. Y la solución no es la nueva ley que preparan de «seguridad ciudadana» para aplastar toda protesta social. En lugar de miedo al ciudadano, debieran tenerle respeto. O sea, basta de impunidad para el bicho grande.


Julia Otero

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Tropeço de ternura por ti

Could you traslate this?




I stumble of affection for you

Icíar Moix
its something like I make an error for you because you're tender?
sorry  but i'm so interested   
Renan Castro
17:11
Renan Castro
haha
ok, actually this is a prhase that can have more than one interpretation
because there is no "I" so the stumble could be a noun, istead of a verb.
sooo
i search for the sentence, and its a final part of Alexandre O'Neill's poem, called "Um adeus português"
Icíar Moix
17:15
Icíar Moix
wow 
I' knew that that phrase has got something more than words 
Renan Castro
17:15
Renan Castro
finally you can figure out your own view of this reading that in the context, here you are:


A Portuguese Goodbye
by Alexandre O’Neill*

In your highly dangerous eyes
the most rigorous love is still in vigour
the pure light of the shoulders and the shadow
of an already purified anguish
No you could not have stayed with me tied 
to the wheel in which I am rotting
in which we are rotting
tied to this paw tainted with blood this paw that falters
that almost meditates 
and moves forth bellowing through the tunnel
of an ancient pain
You could not have stayed in this chair
where I spend my bureaucratic day
in company of that day-by-day misery
that ascends to the eyes gets to the hands
to the smiles
to the wrongly spelled love
to stupidity to the mouthless despair
to fear in profile
to the sleepwalking joy to the maniac comma
of this functionary way of living
You could not have stayed with me in this house 
in mortal transit till that sordid 
canine
policing day
until that day that does not spring from the most pure
promise of dawn
but from the misery of a night engendered 
by an all-alike day 
You could not have stayed with me tied 
to this small pain that each one of us
carries gently by the hand
this small pain Portuguese style
so meek almost vegetal 
Why you do not deserve this city you do not deserve
this wheel of nausea in which we spin
till idiocy 
this small death 
and its thorough and dirty ritual
this absurd reason of our own for being
No you belong to the adventurous city
to the city where love finds its streets
and the burning graveyard 
of its death
you belong to the city where you live by a tread
of pure chance 
where you die or live not of asphyxiation
but by the hands of an adventure of a pure trade
free from the false coin of good and evil
In this curve so tender and so piercing 
which is going to be which already is your disappearing
I say goodbye
and like an adolescent
I stumble out of tenderness
for you


Alexandre O'Neill



domingo, 17 de noviembre de 2013

domingo, 10 de noviembre de 2013

El deseo trabaja  como el viento. Sin esfuerzo aparente. Si encuentras las velas extendidas nos arrastrará a velocidad de vértigo. Si las puertas y contraventanas están cerradas, golpeará durante un rato en busca de las grietas o ranuras que le permitan filtrarse. El deseo asociado a un objeto de deseo nos condena a él. Pero hay otra forma de deseo, abstracta, desconcertante, que nos envuelve como un estado de ánimo. Anuncia que estamos listos para el deseo y sólo nos queda esperar, desplegadas las velas, que sople su viento. Es el deseo de desear.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Es la película más tierna, honesta,cálida, real y cabrona que he visto nunca. 
Lo mejor que he visto en toda mi vida.

domingo, 3 de noviembre de 2013

El desarraigo


El desarraigo produce seres humanos rocosos, sufridos, individualistas por necesidad, desapegados por pura supervivencia, emigrantes perpetuos en su propio país e inventores de mil vidas dentro de una sola biografía. Es posible que ninguno de nosotros, tan apegados a lo nuestro (más de lo que estamos dispuestos a reconocer), quisiéramos cambiar nuestro destino por cualquiera de los de estos aventureros involuntarios. Pero aun así debemos reconocer que esas existencias tan agrestes, lanzadas a la intemperie casi desde el vientre de la madre, son más proclives a conformar una épica poderosa, casi de categoría homérica. Alguna ventaja había de tener el crecer lejos del abrazo materno. 

Pero... ¿se es feliz?

Sólo hay que poner el oído en las cosas correctas


viernes, 1 de noviembre de 2013

David Trueba


En las novelas me ha pasado muchas veces que lectores a los que les gustan mucho siempre encuentran alguna escena que los perturba. Y siempre les digo lo mismo, y no es por justificarme: «¿Cuántas veces en la vida una persona se perturba a sí misma, hace algo que él mismo cuestiona moralmente?». Eso me parece que es la sal de la ficción, tienes que mostrarlo. En lo que hemos fracasado es en aceptar los personajes heroicos, blancos y negros, que han venido de la tradición norteamericana, que no es la anglosajona, donde su cine y su literatura te exponen a esto constantemente. Los americanos, con esa especie de angelismo pionero han perjudicado mucho a la complejidad del ser humano. Cuando lo digo, a veces la gente se enfada porque parece una crítica a Spielberg, pero lo único que quiero decir es que abogo por la complejidad, porque cuando no defiendes la complejidad provocas una gran frustración a la gente, que dice: «¿Y yo? ¿yo no soy Harrison Ford?». ¡Claro que sí, en tu vida cotidiana eres un héroe! Cada vez que llevas a tus niños al colegio y pagas la factura de la luz inflada con la que te están estafando, eres un héroe. Porque además tú no tienes madera de héroe.
En ese sentido Saber perder, que es mi novela más experimental, la escribí para ver hasta dónde puedes doblar la madera de balsa sin que se rompa, que es esa madera que configura la lectura de los personajes por parte del lector. Hasta dónde aguanta él que tú estés diciendo: «Otra vez va a cometer otro acto impuro, innoble, y se va a esconder y va a mentir». Trato de conducir a la gente a no hacer juicios sobre las demás personas, sino a intentar entenderlas. Si no entendemos a los demás estamos fracasando en nuestra peripecia vital. La ficción es un elemento que no tiene ese valor social, pero que tiene un valor ejemplarizante, porque si soy capaz de sentarme a ver una película en la que un señor no hace el 100% de cosas que admito, sino un 75%, y lo sigo admirando, a lo mejor estoy haciendo un ejercicio de narración más interesante que si cuento que hay una madre muy buena persona que quiere alimentar a sus hijos, pero los malos le quitan siempre la comida de la boca. Bueno, pues yo no soy partícipe de esa película. Por eso me gusta que los personajes sean así, autoritarios, pero al mismo tiempo deficitarios, con carencias y lagunas emocionales. Al final los quieres porque uno es egoísta. A sí mismo y a sus familiares uno siempre los quiere con sus defectos, pero a los demás no. Ahí está la labor y la gran perversidad del ser humano. 

[...]

No sé, me da pena porque amo esta ciudad, y sé que sus ciudadanos son capaces de brillar en las condiciones más penosas. De Madrid siempre me ha gustado que no es una ciudad presumida ni cursi, la gente de aquí no dice esas tonterías de qué ciudad tan bonita ni qué orgulloso estoy de ser de aquí. Sabe que nacer en un sitio es un accidente y que sacar de ello una condición es lamentable. Lo único que nos gusta es el cielo de la ciudad. En Madrid nos gusta tanto el cielo porque no lo alcanzan los concejales de urbanismo. Y si se convierte en realidad esa penosa apuesta de Eurovegas, habrá razones de peso para largarse a otro sitio menos corrupto. Por ahora sigo amando el caos de Madrid, su improvisación, su noche y su gente abierta. Soy de barrio, me gusta el barrio y la Puerta del Sol nunca la he considerado mía. Pero como detalle sobre valores culturales y valores financieros, creo que es bueno recordar que la mayor riqueza de Madrid es albergar en su corazón el Museo del Prado y no su torres de financieros locos, todas degradadas más tarde o más temprano, tras pasar por ellas la rapiña del pelotazo.